Porque por una sola ofrenda Él ha hecho perfectos para siempre a los que son santificados. (Hebreos 10:14)
Este versículo es totalmente alentador para pecadores imperfectos como nosotros, y nos llena de motivación para buscar la santidad.
Lo que significa es que podemos tener la certeza de que, a los ojos de nuestro Padre celestial, fuimos perfeccionados y estamos completos; no porque seamos perfectos ahora, sino precisamente porque, aunque aún no somos perfectos, estamos siendo «santificados», «hechos santos». Por la fe en las promesas de Dios, estamos distanciándonos de nuestras pertinaces imperfecciones, para acercarnos cada vez más a la santidad.
¿Nos hace nuestra fe desear abandonar el pecado y crecer en santidad? Ese es el tipo de fe que, en medio de la imperfección, puede mirar a Cristo y decir: «Ya me has hecho perfecto a tus ojos».
Esa es la fe que dice: «Cristo, hoy he pecado. Pero aborrezco mi pecado, porque tú has escrito tu ley en mi corazón y anhelo cumplirla. Estás obrando en mí lo que es agradable a tus ojos, y por eso odio el pecado que todavía hay en mí y los pensamientos pecaminosos que todavía guardo».
Esa es la fe verdadera y realista que salva. No es la jactancia del fuerte. Es el clamor del débil en necesidad de un Salvador.
Los invito y los insto a ser lo bastante débiles para confiar en Cristo de esta manera.
Devocional tomado del sermón “Perfeccionados para siempre mediante una sola ofrenda»